“Mi madre, apasionada por el universo de la belleza, fue quien me lo presentó. Me encantó descubrir este mundo, tanto que quise convertirlo en mi profesión.
Ella era secretaria de mi padre, médico homeópata, pero su verdadera pasión era la belleza, por lo tanto, en 1990 decidió crear una perfumería. Cada vez que yo volvía de la escuela, atendía a las clientas, les daba consejos… ¡me encantaba ese ambiente! Pero rápidamente me impactó ver la presión que sufría mi madre: los concursos, los pedidos mínimos para encargar, proponer una marca en lugar de otra, porque la vendedora puede ganar un viaje si hace bien su trabajo…
Me habían dicho que “vendería sueños”… ¡Y pude comprobar que era cierto, pero no en sentido positivo!
Siempre soñé con vivir en el sur de Francia, así que decidí partir y hacer algo totalmente diferente. Quería realizar un trabajo en cabina, donde se cuidara de la clienta, sin tener que afrontar el mundo de la perfumería, que no permite brindar un asesoramiento auténtico.
En 2004, fundé mi propio instituto, luego de planificar mi proyecto minuciosamente: quería un espacio donde pudiera recibir a mis clientas y asesorarlas. ¡Algo totalmente inédito en esos tiempos! Me criticaban porque no tenía teléfono fijo, solo un móvil. Hacía malabares entre mis citas a domicilio y los tratamientos en mi instituto… ¡En realidad, era una pionera!
Luego de hablar con numerosas marcas en las que realmente creía, me di cuenta de que iba a trabajar para ellas, no para mí. Además, quería proponer a mis clientas productos y tratamientos eficaces, de alta calidad: debía hallar una solución que ofreciera resultados reales.
Entonces, consulté a mi padre homeópata, que me aconsejó mezclar simplemente arcilla con aceites esenciales para obtener excelentes resultados. Fui a una farmacia, para proponerles colaborar con mi proyecto, y aceptaron.
Con el paso del tiempo, las clientas estaban encantadas y me sugirieron que proponga mi concepto a otras esteticistas. ¡No se me había ocurrido! Solo pensaba en dedicarme a mi pasión, ocuparme de mi bebé y disfrutar de mi marido.
¡Siempre me apasionó mi trabajo, al igual que a mi padre! Él comenzó trabajando en el ejército, y más adelante descubrió su verdadera pasión, la medicina. Quiso seguir avanzando, y rápidamente se interesó en la homeopatía, la auriculoterapia y la acupuntura. Solía escucharlo intercambiando opiniones con otros médicos, farmacéuticos, veterinarios… Finalmente, se convirtió en director de una escuela de homeopatía, e incluso escribió libros.
Ambos compartimos el deseo de obtener resultados reales y garantizar el bienestar de la gente. Al inicio de mi carrera, trabajamos juntos sobre problemas fundamentales, como el acné, las piernas pesadas… ¡y obtuvimos resultados impresionantes! ¡Estoy convencida de que lo que ocurre en el interior de nuestro cuerpo tiene un impacto enorme sobre nuestra belleza! Esto implica volver a las bases: buscar un asesoramiento sólido.
Cuando se compra un producto en internet o en perfumerías, se puede conocer su composición, pero eso no basta para saber si es el más adecuado. Para eso, es necesario estar formado. Por ejemplo, un producto para pieles secas debe estar dosificado correctamente en función de cada piel: ¿necesita agua, lípidos…? Nosotras, las esteticistas, estamos familiarizadas con las texturas y los principios activos. ¡La elección es tan compleja que es imposible comprar productos en internet sin asesoramiento individual!
Incluso la mejor de las cremas, si no está bien recomendada, puede dar resultados decepcionantes.
En el desarrollo de un producto cosmético entran en juego diversos aspectos, como la base de la textura, los principios activos y la dosificación. Y esto es solo el comienzo.
Me han enseñado a “probar” el producto, para apreciar su textura de base, comprender el producto y saber exactamente cómo funciona.